Desvío: Fidelio y el dilema del gato naranja.

El luto de despedida de Lauro fue tremendo. Era la primera vez en 20 años- desde que tenia conciencia, que no estaba Lauro en casa. Y era la primera vez que no teníamos gato.
No había gato en casa, así que no era casa.

Sabíamos que íbamos a tener otro gato. Cuando pasaron unos meses, empezamos a pensar que íbamos a hacer.

Acá tengo que tomar un desvío canino. Teníamos un perro. Akita, lo que quiere decir para los que no lo sepan un perro japonés parecido al siberiano con ojos oscuros y mas musculoso. Ya habíamos tenido uno de esta raza, encantador pero escapista y mujeriego.
A ese se lo robaron porque era más bueno que Lassie.
Después vino Fidelio.
A Fidelio nos lo entregaron en comodatto. Una criadora lo usaba solo de semental, lo tenía en una jaula.
La antigua dueña tendría acceso ilimitado y gratuito al perro con fines reproductivos (no personalmente, mind you). Nosotros nos comprometíamos a no lucrar con el de esa manera.

No estamos seguros si lo metieron en una jaula porque era si, o se puso así porque lo metieron en una jaula, pero Fidelio llego a casa con algunos trastornos. Para empezar, uno estético, bastante grave: se había mordido la propia cola hasta dejarla pelada, lo que daba un aspecto bastante extraño de hermoso perro de raza con cola de rata.
Cuando dejo de ser cachorro, se volvió una maquina de morder extraños, lo que termino aislándolo en el jardín trasero. Es como casa tomada, jardín tomado ahora. Cada vez que vienen visitas hay refuerzo de seguridad. Cada vez que viene el jardinero, es una operación mas parecida a alcatraz, en la que perro y civiles deben estar siempre a dos puertas de distancia.

El tema entonces era que estábamos pensando en tener un gato nuevo pero no sabíamos si iba a sobrevivir un encuentro con el dragón.
Vivi entonces empezó con la cantinela que quería un gato naranja. La melancolia venia de esa gata naranja original, que apareció y desapareció tan rapido.

Cada vez que le decían que tenían un gatito para ofrecerle, vivi inevitablemente preguntaba:
- Es naranja?
- Emmm. No

Suspiraba decepcionada.
Habían pasado unos 6 meses de la muerte de lauro. Yo estaba buscando trabajo (proceso tedioso si los hay, deberían pagarle a uno por hacerlo). Me puse en campaña para conseguir un gato naranja, dentro de lo posible, antes de Navidad.

Comentarios

  1. Yo soy una de las víctimas de ese perro violento. Gracias a mártires como mi axila, mi remera y yo, la gerencia decidió orquestar la operación para separar al perro de toda presencia humana susceptible de ser mordida.

    Ah, y claro, también decidieron, ex post facto, vacunar al bastardo contra la rabia. ¿Y yo? Tres puntos en la axila.

    No se pierdan la segunda parte, que se viene el Rati.

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